lunes, 25 de septiembre de 2017

15 de Septiembre, 2017.

Aquella noche el cielo estaba despierto. Todas las estrellas del universo se iluminaron para mi. Y la luna lució su mejor sonrisa, tan cálida que casi pude sentir los brazos de mi madre rodeándome.

Cuando desperté el cielo empezaba a teñirse. De pronto el firmamento era agua y el sol una acuarela que dejaba sus colores extenderse en el infinito azul.

Y, como el sol, me elevé. Pronto entre las hojas y el dulce olor a heno.

Cada mente desataba su propia tormenta. Luchaban contra la marea del nerviosismo y los truenos de la falta de experiencia. Pero yo había aprendido que no hay nada que hacer contra la naturaleza. Mantuve mis raíces en la tierra y dejé al resto fluir con el huracán de pensamientos, como un árbol que se estremece ante la brisa.

Y antes de lo que pude imaginar las nubes daban paso a un cielo radiante. Y fui la persona más feliz de la  Tierra. Porque lo había logrado.
Sobreviví al naufragio.

~

Sí, conseguí aquello por lo que llevaba luchando un año y medio. Logré entrar en el Técnico Deportivo en Hípica. Contra todo posible pronóstico. Viniendo de una familia muy humilde, a miles de kilómetros de donde estoy ahora. Toda una vida dando clases en tandas, sin familia que se dedique a esto, sin caballo propio, con lesiones. Sin el apoyo de todo el mundo, pero con el de mi madre y a el de la gente que quiero de verdad. Con esfuerzo, sangre, sudor y lágrimas. Y en grandes cantidades de las cuatro.

Tras la prueba estaba en una nube. Aún con la ropa de concurso por la calle, como luciendo mi nueva vida. Mi nuevo futuro. Lo había hecho. A pesar del miedo. A pesar de la dificultad. Y lo había logrado. Y no podía ser más feliz.
Me sentí imparable.
Ya nada era imposible.

Mi yo de 3 años estaría orgullosa de mi.
Y mi yo de 18 también.
Y eso es lo más bonito. Que a pesar del tiempo, de las idas y venidas, siempre ha habido un sueño que no dejaba de persistir en mi mente.
Y este es uno de esos sueños cumplidos, pero ni de lejos es el último.
Pero sin duda hoy un día más cerca de mis sueños.

sábado, 8 de julio de 2017

El camino es difícil

Por mucho que sabes que el camino será difícil algunas veces las piedras del camino parecen ganarte. Parecen reírse a cada tropezón, a cada nueva cicatriz, a cada gota de sangre. Y sin embargo te levantas y lo intentas de nuevo. Intentas dejar de lado el dolor que se crea en la mente, esa pequeña voz que te dice que no puedes. Y cierras los ojos en busca de ese susurro del corazón, ese que te recuerda por qué sigues adelante, ese que se hace presente al ver su pelaje alazán bajo el sol de la tarde.

Qué difícil es el camino del que intenta lograr su sueño. Qué difícil es mantener el ritmo frenético de los días que pasan apresurándose al Gran Día. Y qué difícil es encontrar entre el frenesí un momento para la tranquilidad. Y qué fácil es encontrarlo sobre tu lomo, cuando tu cuello se extiende y dejamos riendas sueltas a la libertad.

A veces pierdes el rumbo en tu camino, pero dicen que nos perdemos en las cosas que nos gustan y nos encontramos en ellas también. Quizá tengan razón. Porque estoy intentando seguir este camino que se abre ante mi, ese camino que escogí a pesar de la bifurcación. Y a veces siento que me pierdo entre las ramas que parecen entorpecer mi camino, y sin embargo me encuentro. Me encuentro en este camino jodidamente difícil. He descubierto mucho sobre mí misma durante el trayecto, cosas que hubiese sido incapaz de descubrir si hubiera cogido el camino fácil y seguro.

¿Y sabes qué?
Aunque esté llena de heridas, aunque duela, estoy aquí luchando por un sueño. Y tarde o temprano lo conseguiré. Lo sé.